pisando la tierra

Pues bien, ya paso algun tiempito, y ya andamos, olemos, vemos, caminamos, dormimos, comemos y mas cosas en mexico.
Fue un viaje larguísimo para mí. El enésimo problema en el aeropuerto, no contamos casi nada, pero fue muy surrealista todo, en fín, retrospectivamente, tampoco fue tan divertido, así que no lo escribiré. Me salvó mi mamá, que mostró su lado diplomático, esto es, con la autoridad, darles la razón, contarles lo que querían escuchar, o más bien oir. Consiguió que me aceptaran en aquel avión, buf!, muchas gracias. Un rato antes, Nico había venido a despedirme, y Juana nos había llevado a todos a Barajas. En mi vuelo entró una chica que leía un libro de cómo cocinar con Shusi y que era igual que Marta Etura, hasta Nueva York creí que era ella. Conocí a gente muy intersante, se retrasó el vuelo por tormenta eléctrica, tuve mucho menos vértigo del que creía y 18 horas después de los últimos mensajes en Barajas, lo ue veía era un mar de luces que parecía una película de dibujos animados, y era que llegaba al Df, al aeropuerto, en plena ciudad.
Ya Lucía llevaba dos chelas de ventaja en suelo mexicano, por el retraso. Antonio nos llevó en coche y ya empecé a intuir lo que Lucía ya había intuído, esta ciudad es una puta locura, y en el tráfico, está la evidencia. Los coches van cambiando de carril, y a toda hostia, lo de señalizar es una leyenda. Antonio nos dijo que lo necesario para sacar el carné es pedirlo.
Ya llegamos a la casa de Antonio y Carmina, los cuates de acá, que son de Morelia y viven hace rato en el Df. La verdad es que aunque teníamos ganas de todo, el sueño del jet lag no nos dio mas de una hora de tregua. Nos dormimos pensando en lo que venía, y nos despertamos mil veces.
Y dormimos en esta habitación, que Antonio nos cedió gentilmente, gracias.