los viajes de lulu

Un lugar para que nos comuniquemos todos, estemos donde estemos. Mal que bien, lo vamos haciendo LUcìa y LUcas. Y andamos viajando. Asì de simple. Y de complicado.

Tuesday, September 26, 2006

mujer sóla en el desierto no quiere comer peyote

Cada estado y lugar, su droga. Lucas ha andado rodeado de amantes de los hongos y en el desierto, el archi conocido peyote. Dicen los entendidos que una de cada 200 personas va al desierto sólo por verlo y no tiene interés en probar el peyote. La estadística parece aún menor cuando se refiere a mujeres sólas... así pues todo el mundo me miraba medio extraño.

Llegar a Real de Catorce, el pueblecito donde me quedé la primera noche, es una experiencia en sí misma. Agarras un camión (autobús) en Matehuala que te lleva hasta un túnel de una sóla dirección donde agarras una camioneta donde de pronto tienen que caber todos los que iban en el camión... todos bien apretaditos, esperan a que los coches en dirección contraria acaben de pasar y te adentras. El túnel es largo y divide a este mágico pueblo del resto del mundo... en muchos sentidos. De ese modo, para cuando llegas al pueblo ya estás, sin duda, en otra dimensión. Está todo rodeado de montañas y pues aunque andaba bien cansada, no pude resistir explorar y alucinar con cada uno de los mágicos rincones que descubría, todo un valle, montañas, un pueblo fantasma y en larga distancia; el desierto. A la gente del lugar la fuí conociendo mientras repartía los mensajes que Jorge, el brasileño, me había encargado... todos personajes, obviamente. De este modo conocí a Nono, un ex negado de la vida que se vino al desierto, o cerca, a limpiar su karma... y con él descubrí que al desierto podía ir yo sóla. Fuimos a hablar con el señor de los jeeps y quedé en que me recogiese al día siguiente. Él comentó que tendría que ir en el tejado pues él iba a transportar carne. Chido, dije yo.

Así pues caminé unas seis horas, dejando un acojonante valle a mi espalda y observando lentamente cómo el paisaje se volvía más y más desértico. Y cuando llegas al desierto en sí, casi ni te das cuenta... está lleno de cosas... y caminas, pues te llama a visitar sus rincones y descubrir sus formas, y sigues descurbriendo maravillas. Un chingo diferentes de cactus, piedras, animalejos...Y te sientas. Y escuchas. Y observas a tu alrededor y todo se repite durante kilómetros, las plantas, el suelo. Y el tiempo y el espacio pierden sentido cuanto más te adentras.

El jeep llegó puntual con un par de gallegos que aún estaban de viaje. Al rato fuimos a por la carne que cargaron en el carro así como estaba; higiénico... Y entonces los gallegos empeyotados y una servidora, nos subimos en el techo del jeep con un chingo de carne abajo. Cada vez que nos pegábamos con una rama, los gallegos se morían de risa, y yo con ellos. Entonces comenzamos a cruzarnos con personajes por el camino que decidían subirse. A mí, con los primeros ocho, me parecía que ni cabiamos ni el pobre jeep ese iba a poder subir tan empinadas cuestas con tanta carga (recuerden, subiamos de vuelta a Real de Catorce, arriba de la montaña), subieron 20 más y como otras 10 cajas y no exagero ni media persona. Durante un rato, tuve a dos niños encima mío, sin alcanzar nada donde agarrarme y con mi mochila encima... Y entonces llegamos a Los Catorce, un pueblecito al lado de catorce, y se colgaron 6 borrachos de la parte de atrás del jeep... como que parió la abuela y bien. Y justo la carretera llegó a su parte más empinada...

Y del desierto hasta la costa MIchoacana, donde estuve ayudando a Toño con su documental, recorrí medio país de este a oeste. A ver si cuelgo las fotos y ahorita conocen Colula, el Faro...

2 Comments:

At 10:55 AM, Blogger superyair said...

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At 11:03 AM, Blogger superyair said...

joe, q gran viaje Luci. Me habría gustao estar ahí, debajo de esos dos niños. ¿Y el documental de Toño? Me gustaría estar ahí para ver cómo se rueda. Debe ser muy bonitííísimo.
besos para tus nudillos

 

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